Sin embargo, la relatividad también me está machacando en estas fechas. Los rostros de la gente están fríos, helados, esperando a que el invierno pase y en breve se olvide de que vivimos en un país en el que calentarse es más difícil que tener tres carreras y no encontrar trabajo. La gente mira diariamente el tiempo esperando encontrar un sol y que no haya ningún guión que indique algo negativo. Esperando a que viento, lluvia y nieve sólo queden en las cuatro fotos que hicieron a través de la ventana. Y es en ese momento cuando Einstein se revela. Yo no quiero que pase el invierno. No quiero que termine el frío. No quiero que se acaben los días de truenos en los que vosotras dos teníais tanto miedo. No lo quiero porque no he pasado esos días con vosotras. Porque no hemos estado los tres juntos frente a un pequeño calefactor. Porque no os habéis pegado a mí creyendo que puedo hacerle frente a cualquier rayo. Porque no hemos pasado una tarde entera adormilados envueltos en mantas. Pero, sobre todo, no quiero que pase porque tengo miedo de que ya no vuelva a tener un invierno con vosotras.
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